viernes, 23 de diciembre de 2011

SINTAXIS. Para las navidades 2011


Id al siguiente enlace y repasad la sintaxis:

http://www.jesusfelipe.es/sintaxis.htm

PRENSA. "Monumento al eufemismo"

Monumento al eufemismo

Luis Mauri
20 diciembre, El Periódico de Catalunya

   El abuso de eufemismos es uno de los peores cánceres que sufre el periodismo. El eufemismo es esa palabra o expresión suave y decorosa que se emplea para sustituir otra más realista o áspera pero que define los hechos de forma más precisa e inteligible. La función del eufemismo, pues, es frontalmente opuesta a la del periodismo. Este trata de explicar con rigor y veracidad la realidad; aquel intenta velarla, disimularla, maquillarla, ponerle paños calientes.
   Unas veces, el mal periodista recurre al eufemismo movido por intereses espurios; otras, por simple estulticia; otras aún, guiado por las corrientes más tronadas de la corrección política, y las más, arrastrado por una actitud perezosa y negligente merced a la cual repite sin más criterio que el de un loro el lenguaje tramposo y enrevesado de algunas fuentes de información, preferentemente de los ámbitos político y económico.
   Así, parece que hayan desaparecido del país las cárceles, los carceleros y los presos. En su lugar, hay centros penitenciarios, funcionarios de prisiones e internos. En las guerras, los bombardeos mal dirigidos o ejecutados no causan muertos entre la población civil, sino daños colaterales. Los gobiernos no abaratan el despido de los trabajadores; flexibilizan u optimizan el mercado laboral. Determinadas empresas no entran en pérdidas, sino que sus cuentas experimentan un crecimiento negativo… Y así hasta el infinito del despropósito, desfilando junto a aquel general que no ordenaba a sus tropas que se retirasen, sino que avanzasen hacia su propia retaguardia.
   Hay eufemismos tras los cuales se adivinan horas de trabajo inteligente, aunque siempre digno de mejor empresa. Otros rezuman zafiedad en cada sílaba. Y hay algunos de un atrevimiento, de una osadía, de una desfachatez increíbles. La nota de prensa con la que la Administración catalana anuncia el aumento de las tarifas del transporte público y de los peajes es un impagable ejemplo de esta última categoría.
   Como informa EL PERIÓDICO, la T-10, la tarjeta más usada por los ciudadanos, subirá en el 2012 un euro (12,1%); el billete sencillo, 0,55 euros (37,9%), y la T-50/30, 3,50 euros (10,4%). El precio de las menos utilizadas T-Mes y T-Trimestre bajarán respectivamente uno y cinco euros (-2% y -3,6%), y se creará un descuento especial para desempleados. En las vías de peaje, el aumento medio de la tarifa será del 5,4% y además se restringirán al máximo las bonificaciones actuales.
   Todo esto lo resume en los siguientes titulares la nota de prensa emitida por la Conselleria de Territori de la Generalitat: “Territori mejora el sistema de peajes y las tarifas del transporte público para garantizar una movilidad sostenible. Baja las tarifas de los abonos mensuales y trimestrales para beneficiar a los usuarios recurrentes y potencia los títulos dirigidos a familias y jóvenes. Presenta un nuevo modelo homogéneo de bonificaciones en peajes que benefician la alta ocupación, las bajas emisiones y la recurrencia, y que podrán llegar al 100% de la tarifa”.
   Un texto capaz de hacer sonrojar al más descarado de los eufemismos.

TEATRO. Trabajo de navidades. TEATRO: "Bodas de sangre", de García Lorca


   Para tema, organización de ideas, resumen y comentario crítico.

Madre: Esa es mi ilusión: los nietos. (Se sientan.)Padre: Yo quiero que tengan muchos. Esta tierra necesita brazos que no sean pagados. Hay que sostener una batalla con las malas hierbas, con los cardos, con los pedruscos que salen no se sabe dónde. Y estos brazos tienen que ser de los dueños, que castiguen y que dominen, que hagan brotar las simientes. Se necesitan muchos hijos.
Madre: ¡Y alguna hija! ¡Los varones son del viento! Tienen por fuerza que manejar armas. Las niñas no salen jamás a la calle.
Padre: (Alegre) Yo creo que tendrán de todo.
Madre: Mi hijo la cubrirá bien. Es de buena simiente. Su padre pudo haber tenido conmigo muchos hijos.
Padre: Lo que yo quisiera es que esto fuera cosa de un día. Que en seguida tuvieran dos o tres hombres.
Madre: Pero no es así. Se tarda mucho. Por eso es tan terrible ver la sangre de una derramada por el suelo. Una fuente que corre un minuto y a nosotros nos ha costado años. Cuando yo llegué a ver a mi hijo, estaba tumbado en mitad de la calle. Me mojé las manos de sangre y me las lamí con la lengua. Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso. En una custodia de cristal y topacios pondría yo la tierra empapada por ella.
Padre: Ahora tienes que esperar. Mi hija es ancha y tu hijo es fuerte.
Madre: Así espero. (Se levantan.)

ACTO II. CUADRO II

PRENSA. Trabajo de navidades. Columna periodística: "A mí me sirve", de Elvira Lindo

Elvira Lindo

   Para tema, organización de ideas, resumen y comentario crítico.
A mí me sirve

ELVIRA LINDO 21/12/2011

   Ha surgido en esta época un tipo de admirador de la neurociencia que establece con esta materia la misma relación que el beato tiene con la fe o el fanático con una ideología absoluta. En realidad, siente la misma necesidad imperiosa de creer en algo, y piensa, como cualquier creyente, que está en poder de la verdad. Me resulta curioso no haber encontrado jamás entre los científicos que conozco esa concepción de la ciencia como dogma. Tengo un amigo físico, que tras pasarse el día observando las correrías de unos ratoncillos que han de ayudarle a entender la memoria espacial, recorre la ciudad de punta a cabo para tumbarse en un diván y visitar, con la ayuda de un viejo psicoanalista, algunos pasajes de su memoria que aún le hacen daño. Alguna vez le he preguntado, ¿es compatible un trabajo tan riguroso con una terapia tan especulativa? Y él me contesta de manera contundente, "a mí me sirve". Si quisiera, tendría a su disposición tratamientos químicos para reducir la ansiedad, pero ha optado por la reflexión intelectual. Y es que hay algo misterioso en el alivio del dolor. A veces, el dolor se atenúa con una visita al médico si el médico sabe mirar a los ojos del paciente.
   Estos días, Sanidad ha concluido que de poco sirven las distintas disciplinas naturistas o alternativas. Sin embargo, una de las investigaciones inconclusas y sorprendentes de la ciencia consiste en entender la relación del enfermo con el placebo. La fe no mueve montañas pero, al parecer, mejora considerablemente el estado de un paciente que deposita su confianza en un tratamiento. No animo a dejarse engañar pero sí a no ser en exceso racional. A veces sirve. Como le sirve al niño la mano de su madre cuando está febril. Ay, si esa mano se tuviera en la frente cuando tenemos que enfrentarnos a la muerte, seguro que el trance no sería tan duro.

lunes, 12 de diciembre de 2011

PRENSA. Editorial para comentario.

  
   En "El País":
Ganando tiempo

   La cumbre de Durban aplaza de nuevo un compromiso global contra el cambio climático.

12/12/2011

   Las negociaciones en el seno de la ONU para alcanzar compromisos globales contra el cambio climático han vuelto a encallar. Esta es la mala, aunque esperada, noticia, consecuencia de la cual queda algo a lo que aferrarse: el proceso no se ha roto, las negociaciones continúan y, mientras sea así, siempre habrá una esperanza para ese nuevo acuerdo mundial que se persigue, el único capaz de frenar mínimamente los devastadores efectos de un calentamiento excesivo de la atmósfera debido a la actividad humana.
   Lamentablemente, las dos semanas de negociaciones que se han vivido en la cumbre de Durban (Sudáfrica) han ofrecido un parco resultado: intentar llegar a un acuerdo en 2015 que entre en vigor en 2020. De esta manera, todos ganan tiempo. Lo ganan los negociadores, a los que esta vez no arropaban los máximos dirigentes políticos como ocurrió en la fallida cumbre de Copenhague de 2009. No se rompe la baraja y todos los países disponen ahora de un plazo aceptable para asumir que en el mundo del siglo XXI no hay perversos contaminadores -EE UU, UE, Japón- frente a países en desarrollo -China, India, Brasil- que quieren tener las mismas opciones de que dispusieron los ricos. Ahora ya son importantes emisores de gases de efecto invernadero y estos tienen también, por tanto, similar responsabilidad en el cambio climático. El mapa geoestratégico del clima, como el económico y el comercial, es hoy bien distinto al que dio lugar al Protocolo de Kioto en 1997 para frenar el calentamiento global. En tal sentido tienen razón los que valoran el nivel de los debates de la cumbre de Durban, los asuntos tratados y la aceptación implícita, aunque sin compromiso alguno, de que hay que buscar mecanismos que ayuden a frenar las emisiones.
   El problema es que en esta decepcionante cumbre también ganan tiempo las posiciones más recalcitrantes contra cualquier acción coordinada, a la cabeza de las cuales permanece Estados Unidos, que no se adhirió a Kioto y, como el perro del hortelano, torpedea una cumbre tras otra. Junto a Estados Unidos, primer contaminador del planeta en emisiones per capita, se ha destacado en esta reunión la resistencia de India, temerosa de reducir su competitividad y su desarrollo. Cambiar los modelos productivos y desarrollar energías alternativas sin perjudicar la competitividad es una tarea titánica, pero la ONU debe seguir intentándolo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

PRENSA. Editorial para resumen, tema, organización de ideas y comentario crítico


   En "El País":
De St. Paul a Wall St.

20/11/2011

   El gran producto de exportación que España ha colocado este año en los mercados mundiales ha sido la protesta de los indignados, nacida en marzo pasado en la Puerta del Sol. Se propagó con rapidez por la Europa azotada por la crisis, y ha cruzado el Atlántico hasta Nueva York. El pasado jueves cientos de manifestantes marcharon nuevamente por el distrito financiero neoyorquino, Wall Street, que simboliza para algunos el capitalismo más depredador. El objetivo de los que protestaban por la falta de trabajo y oportunidades era impedir que sonara a las 9.30 la campana que anuncia el comienzo de las transacciones bursátiles, aunque la fuerza pública, con un aparatoso equipo antidisturbios y la detención de 240 manifestantes, pudo mantener abierto el acceso a la catedral de las finanzas. La protesta quería marcar sus dos meses de vida con un día de acción nacional.
   Igualmente en Londres se mantenía la protesta de centenares de indignados británicos acampados en terrenos anejos a otra catedral, esta la anglicana de Saint Paul, en desafío de una orden judicial de expulsión, que, sin embargo, tardará semanas o meses en tramitarse. Y el movimiento, como el neoyorquino, tiene como objetivo ocupar la Bolsa de Londres.
   El movimiento de los indignados anglosajones -como en España o Europa- suscita la simpatía de gran parte de la sociedad, aunque la protesta implique molestias y daños para algunos ciudadanos. Esa acción popular expresa un profundo descrédito de la cosa política; una fatiga ciudadana ante una corrupción de la que ningún país se libra y ante el ofensivo espectáculo de una riqueza desaforada que se codea con unas básicas carencias del ser humano que el capitalismo no ha sabido resolver. La indignación está más que justificada, pese a que en ocasiones sea discutible su forma de producirse. Los árboles no deben, en este caso, impedirnos ver el bosque.

jueves, 1 de septiembre de 2011

COLUMNA PERIODÍSTICA PARA TEMA, ORGANIZACIÓN DE IDEAS, RESUMEN Y COMENTARIO CRÍTICO

John Carlin

   En "El País":

'Hooligans' 'versus' indignados
JOHN CARLIN 11/08/2011

   Si hay una debilidad humana que nos define prácticamente a todos es nuestro apego a las ideas fijas. Buscamos pruebas que las apoyen en los lugares más recónditos o nos negamos ciegamente a aceptar los hechos que las refutan. Caemos todos en ello, los poderosos que deciden nuestros destinos y los que andamos por el mundo haciendo lo que podemos.
   Una rígida opinión que yo alimento desde hace tiempo (y siempre que la oportunidad se presenta) es que la sociedad española es más sana que la inglesa. Esta misma semana he encontrado una nueva razón para consolidar mi prejuicio. Me refiero a los disturbios en Londres, que se han extendido por el resto de Inglaterra.
   Evidentemente lo que hay de fondo aquí es un descontento social, una insatisfacción con el mundo como es. ¿Cómo responden los ingleses? Pues robando televisores de pantalla plana y zapatillas deportivas, e incendiando coches y casas. ¿Cómo responden los españoles? Pues como han hecho los indignados del movimiento 15-M.
   Ahora, di lo que quieras de los indignados -que les falta coherencia, que carecen de propuestas realistas, que son unos quijotes- pero lo que les motiva es el deseo de que tengamos un mundo mejor. Sus impulsos son nobles; sus acciones, claramente políticas. Quieren ocupar la Puerta del Sol, no quemarla y saquear El Corte Inglés. El origen del movimiento está en el desempleo, en la injusticia social, en los grotescos bonus que reciben los primeros responsables de la crisis que sacude el mundo.
   El origen de los disturbios ingleses fue la muerte a tiros a manos de la policía de un tipo que, según parece, no disparó antes, pero sí iba armado con pistola, y sí era un pandillero y un matón, y probablemente traficaba con drogas. Como mártires para la causa se me ocurre que debe de haber mejores candidatos. Eso sí, la reacción a su fallecimiento ha sido coherente. Los cabreados ingleses han imitado su ejemplo: violencia, criminalidad, hooliganismo. Pero idealismo político: ni pío.
   Igual me equivoco, claro, o estoy siendo deshonestamente selectivo con las pruebas que aporto para apoyar mi tesis. (Por supuesto que hay muchas cosas buenas en Inglaterra: carecen de esa pomposa solemnidad que se da tanto en los españoles, los cultos son muy cultos, la tele es mejor, etcétera) Pero a día de hoy estoy más convencido que nunca de que la generalidad de la sociedad española -la generalidad, insisto- es mucho más civilizada que la generalidad de la inglesa.

TEXTO PERIODÍSTICO (CRÍTICA DE CINE), COMO EJEMPLO DE TEMA, RESUMEN Y COMENTARIO CRÍTICO.

George Clooney

En "El País":

Clooney hace un retrato demoledor de la clase política

CARLOS BOYERO 01/09/2011

(...)
   El arranque de la sección oficial [de la Mostra de Venecia] con la espléndida The Ides of March ha estado a la altura de esa calidad que imaginamos. La dirige un tipo dotado de infinitas cualidades, incluida la inteligencia. Su nombre es George Clooney, alguien que desprende tanta brillantez y magnetismo que el cotilleo hepático necesita adjudicarle una doble vida, intentando escarbar en la presunta homosexualidad y la negativa a salir del armario del hombre que enamora a todas las mujeres en posesión de buen gusto. Si eso fuera cierto, Clooney tiene el sagrado derecho a hacer lo que le dé la gana con su privacidad, pero como resulta transparente que su arte y su personalidad son inatacables urge encontrarle algún fallo, demostrar que la gran estrella del cine actual utiliza cotidianamente la hipocresía para acorazar su imagen del galán al que aman las hembras.
   Y precisamente su película The Ides of March es un retrato implacable de la hipocresía, de lo que esconden las apariencias, de la inevitable corrupción y el cinismo arrogante que alimenta a la maquinaria política. Basada en una obra teatral, describe la batalla entre los dos candidatos del Partido Demócrata durante la campaña por las elecciones primarias en el Estado de Ohio, y cuyo resultado, debido a su trascendencia estratégica, puede ser indicativo de quién va a alcanzar en el futuro la presidencia de Estados Unidos.
   Cuentan que en la carrera de Obama hacia la jefatura del imperio fue fundamental el imaginativo y poderoso cerebro de un chaval de 25 años que le escribía los discursos, creaba eslóganes dotados de inmensa capacidad de comunicación, manejaba con credibilidad las ideas que se pretendían vender a los futuros votantes. El protagonista de The Ides of March reúne inicialmente las características de aquel personaje. También es idealista, cree en el mensaje que predica y mantiene una lealtad inquebrantable hacia el político para el que trabaja. Progresivamente este hombre descubrirá con estupefacción y terror que nada es lo que parece, que los comportamientos no guardan relación con las palabras, que la maquinaria electoral se rige por una farsa abyecta que utiliza la mentira, la ocultación, los pactos más turbios y la traición con el único y sagrado objetivo de ganar, de tomar el poder. También percibirá cómo su pretendida integridad moral no es inmune a esa cloaca, que sus principios se resquebrajan, que para continuar pisando firme en ese universo se exige una conducta artera, hacer irreparables renuncias, especializarse en el chantaje, dominar las obscenas reglas del juego.
   Clooney retrata ese temible mundo con lucidez feroz, sin apelar al maniqueísmo, haciendo creíble la desvergüenza y las contradicciones sin sentido de culpa de los profesionales de la política, un mundo en el que el único pecado es fracasar en la toma del poder. Si en Buenas noches y buena suerte Clooney exaltaba la imagen del periodismo independiente enfrentándose a los abusos y las persecuciones del Gobierno, aquí solo existe desolación ante la falta de escrúpulos de los que controlan el tinglado. Vuelve a demostrar que es un poderoso narrador de historias. Siendo un actor deslumbrante en comedia y en drama, conoce los secretos para extraer lo mejor de los de su gremio. Ofrece el protagonismo al inquietante actor joven Ryan Gosling, pero se encarga de que esté arropado por los mejores pesos pesados del mercado. Él se reserva un papel sabroso y logra el milagro de que veamos actuar juntos a la crema de su profesión, a los extraordinarios Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti y Marisa Tomei. Esta película deja una sensación tan amarga como necesaria.

miércoles, 6 de julio de 2011

VERANO 2011. PRENSA. "Yoyó", columna de Rosa Montero. PARA ACTIVIDADES TIPO SELECTIVIDAD

Rosa Montero

   En "El País":
Yoyó

ROSA MONTERO 05/07/2011

   Me imagino a las mujeres que han sido madres en estos últimos siete años intentando recordar cuántas veces comieron atún durante el embarazo. Yo misma soy adicta a este pescado, así que he debido de empapuzarme de mercurio mientras creía estar alimentándome de una manera sanísima. O, al menos, eso proclaman las últimas alarmas dentro del alarmismo habitual en el que vivimos. Un alarmismo, por cierto, voluble y fluctuante: quizá dentro de siete años algún estudio sostenga que el atún mercurial es beneficioso y, además, anticanceroso (palabra mágica).
   Desde luego los altos niveles de mercurio evidencian el basurero en que estamos convirtiendo este planeta: respiramos y comemos porquerías. Pero, aparte de esa verdad innegable, hay un efecto yoyó muy sospechoso en todas estas proclamas sobre la salud. Ya saben, hace 30 años se dijo que el aceite de oliva era un veneno y hoy es la panacea. Por no hablar de la terapia hormonal para la menopausia; en los noventa era considerada lo más guay y se administraba frenéticamente a todas las mujeres; después, en 2002, dejó de recetarse cuando unos estudios demostraron que era malísima, y ahora, hace un par de meses, ¡oh, sorpresa!, otros estudios han vuelto a probar que es estupenda. ¿Y por qué será que, debajo de este mareante yoyó, me parece intuir manejos ocultos de las industrias farmacéuticas y partidas de estrógenos que hay que colocar? Encargar trabajos científicos que procuren demostrar lo que a ti te interesa es una práctica común: por ejemplo, a las compañías tabaqueras les convenía argumentar que la nicotina ayuda a combatir el alzhéimer. Y luego poderosos equipos de comunicación difunden el dato como si fuera puro e imparcial, aprovechando la obsesión por la salud que la gente tiene. Pues bien, déjenme decirles una mala noticia: al final, nos morimos.

ACTIVIDADES:
1. Tema y organización de ideas.
2. Resumen.
3. Comentario crítico.

viernes, 1 de julio de 2011

VERANO 2011. PRENSA. "Desahucio", columna de Juan José Millás.

Juan José Millás

En "El País":

Desahucio
JUAN JOSÉ MILLÁS 01/07/2011

Los expertos llevan años asegurando que el precio de los pisos bajará. Y también que no bajará. Ahora toca que bajará, pero dentro de un mes que no bajará. Y si esperamos hasta septiembre volverá a bajar.
   Lo de los pisos vale para la velocidad en carretera, para los brotes verdes y para la fecha de las elecciones generales, por poner cuatro ejemplos, que en realidad son tres. La lógica y la democracia, que se inventaron en Grecia, han empezado a desmoronarse por Atenas. Pero lo importante es el diferencial de la deuda de aquí, al que le viene de perlas que Grecia se pegue un tiro en la boca. Mientras Papandreu apretaba el gatillo, los jóvenes eran apaleados sin orden ni concierto en la plaza de Syntagma. Otro atentado contra la lógica, si pensamos en el significado del término sintagma, y una cruz más para los profesores de lengua. Y para los de literatura, porque del mismo modo que se ha roto la sintaxis, se ha roto el relato. El capítulo titulado "Nuevo plan de ajuste" no tiene ni pies ni cabeza porque implica el desahucio entero de un país. Nos hemos presentado con nuestros agentes judiciales y nuestros guardias de la porra y les estamos poniendo los colchones en la calle. Quiere decirse que los griegos son ya turistas de su propio país, lo que tiene un lado bueno: quizá eso les ayude a descubrir la Acrópolis como los que vivimos en Madrid descubrimos el Guggenheim y, los que viven en Bilbao, el Museo del Prado. El mejor modo de conocer un sitio es no ser de él, y los griegos han dejado de ser de Grecia. Ahora son del FMI o de los mercados, esa versión contemporánea de los dioses. Gracias al sacrificio de la lógica y de la democracia griegas, los españoles podremos seguir siendo españoles (y quizá demócratas) durante un tiempo, el que decida Zeus. Por cada muerto de hambre en Atenas, sube un punto el Ibex 35.

ACTIVIDADES:
1. Tema.
2. Organización de ideas.
3. Resumen.
4. Comentario crítico.
   (Sigue las indicaciones vistas durante el curso. También puedes buscar en este blog. Cuida tu expresión, en todos los sentidos).

   Me las enviáis a mi correo del "Maimónides". Os contestaré en cuanto pueda.

lunes, 16 de mayo de 2011

PRENSA. TEATRO. Reportaje sobre "Bodas de sangre", de García Lorca







Fotografías de Castro Prieto ("El País Semanal")
   En "El País Semanal":
Pasión lorquiana que nunca muere

MARCOS ORDÓÑEZ 15/05/2011

   Sangre que reverdece. Tragedia de los instintos siempre vigente. El universo de Lorca, lleno de imágenes que en el mundo se han convertido en símbolo de lo español, sigue inspirando a los artistas. Como el nuevo libro de Castro Prieto, uno de los fotógrafos con mirada más original.

   En julio de 1928, hojeando el diario 'Abc' en la Residencia de Estudiantes, Lorca se topa con la noticia del fatal desenlace de una boda que iba a celebrarse en el cortijo del Fraile, en Níjar (Almería): en vísperas de la ceremonia, la novia, Francisca Cañada Morales, había sido secuestrada por un antiguo amante, que fue asesinado luego por el hermano del novio. Poco más tarde, el 'Heraldo de Madrid' se hace eco de la reyerta, publicando durante seis días consecutivos una serie de reportajes sobre el crimen y la investigación judicial. El asunto llama también la atención de la periodista y escritora Carmen de Burgos, Colombine, amante de Gómez de la Serna, que narra la historia en una novela corta, Puñal de claveles, publicada en noviembre de 1931. La aparición del relato reaviva el interés de Lorca, pues un año más tarde comienza a escribir durante el verano, en la casa familiar de la Huerta de San Vicente, en Granada, el texto de Bodas de sangre, que subtitula "tragedia en tres actos y siete cuadros". Parte, como Carmen de Burgos, de una intención documental, pero pronto se le convierte la pieza en un abanico de tonos y estilos, donde mezcla prosa realista y verso lírico para de repente (el portentoso pasaje de la Luna y la Muerte) virar hacia lo fantástico. Es "una canción de jinete dramatizada", como dijo Ricardo Domènech, y posiblemente su pieza dramática más cercana a una partitura musical. De entrada es la que más canciones integra en la trama: la hermosísima nana "del caballo grande / que no quiso el agua", los cantos de boda ("Despierte la novia" y "Al salir de tu casa / para la iglesia"), la canción de la criada ("Giraba, giraba la rueda"), el coro de leñadores, la canción de la madeja roja que cantan las muchachas y el oratorio final. La hispanista María Delgado señala que la estructura del texto sigue la pauta rítmica (siete movimientos rematados por una chorale) de la cantata de Bach Wachet auf, ruft uns die Stimme, que Lorca escuchaba una y otra vez durante el mes de agosto de 1932, mientras reescribía no menos obsesivamente. Bodas de sangre (que, como la novela de García Márquez, podía haberse titulado Crónica de una muerte anunciada) es la tragedia del instinto: "Vale más ser muerto desangrado que vivir con la sangre podrida", dice uno de los leñadores. Lorca había proclamado en una entrevista algo semejante: "Aprender a vivir estriba en respetar los propios instintos".
   En septiembre lee la tragedia en casa de su amigo Carlos Morla Lynch. A finales de octubre comienzan los ensayos en el madrileño teatro 'Beatriz', con la compañía de Josefina Díaz de Artigas y Manuel Collado, que, curiosamente, estaban especializados en comedias de los Quintero. El propio Lorca dirige la obra, "orquestando el ritmo del conjunto", escribe Ian Gibson, "como si se tratara de una partitura". Josefina Díaz interpreta a la Novia; Manuel Collado, a Leonardo, y Josefina Tàpies, a la Madre. La joven Amelia de la Torre interpreta a la Muerte, "una Muerte joven y bella", como pedía Lorca. Los decorados "modernistas" y el vestuario corren a cargo de Santiago Ontañón y Manuel Fontanals.
   'Bodas de sangre' se estrena el 8 de marzo de 1932. "Al estreno", cuenta Gibson, "acudió la plana mayor de los intelectuales, escritores y artistas de Madrid, y una nutrida representación de la clase política y la alta sociedad capitalina. No quedaba una sola butaca libre en todo el teatro. Allí estaban Benavente, Unamuno y Fernando de los Ríos. Junto a los estudiantes de 'La Barraca' se sentaron Cernuda, Guillén, Salinas y Altolaguirre: la generación del 27 casi al completo". Al día siguiente, las reseñas fueron casi unánimemente favorables. Se dieron 38 representaciones, porque el 8 de abril Díaz de Artigas tenía que poner fin a su temporada en el 'Beatriz'. El 31 de mayo llevaron la función a Barcelona, con idéntico éxito.
   En otoño del 33, Lorca desembarca en Buenos Aires para asistir al clamoroso éxito que allí obtiene también Bodas de sangre, estrenada el 29 de julio por la compañía de Lola Membrives en el teatro Maipo, donde ha alcanzado las cien representaciones. El 25 de octubre, la Membrives, en el rol de la Madre, repone la tragedia en el enorme teatro 'Avenida', lleno hasta la bandera de un público que aclama a Lorca puesto en pie y le tributa una ovación de cinco minutos. Escribe Gibson: "Esa será la noche más triunfal en la vida de Lorca". En febrero de 1935, Lola Membrives trae a España el montaje argentino y lo representa durante un mes en el 'Coliseum' madrileño. Por esas mismas fechas, Bodas de sangre se estrena en el 'Neighborhood Playhouse' de Nueva York, dirigida por Irene Lewishon, bajo el título de Bitter oleander ("Adelfa amarga"), con Nance O'Neil como la Madre y Eugenie Leontovich como la Novia. Según la crítica, fue una puesta muy afectada, más cercana al ballet que al drama.
   El 22 de noviembre, Margarita Xirgu protagoniza una nueva producción en el 'Principal Palacio' de Barcelona, a las órdenes de Cipriano Rivas Cherif y con escenografía de José Caballero. El propio Lorca interpreta al piano la nana del caballo. A punto de acabar el año, Bodas de sangre se edita en Madrid, hecho reseñable porque es la única obra teatral de Lorca publicada en formato de libro en vida del poeta. Apareció en la editorial 'El Árbol', por iniciativa de la revista 'Cruz y Raya', en una edición limitada a 1.100 ejemplares.
   Los montajes y adaptaciones de Bodas de sangre son incontables. Digamos tan solo que en Inglaterra la estrenó Peter Hall en 1954 en el 'London's Arts Theatre'. En España lo haría José Tamayo en el 'Bellas Artes', el 9 de octubre de 1962, con Paquita Rico como la Novia, Pepita Serrador como la Madre, y Rafael Arcos y José Rubio como Leonardo y el Novio, respectivamente. José Caballero, casi treinta años más tarde, volvió a ocuparse de la escenografía; los figurines eran de Vitín Cortezo, y la música corrió a cargo de Gustavo Pitaluga. De las puestas y versiones que vinieron después, personalmente me quedo con la adaptación en baile de Antonio Gades y Alfredo Mañas, filmada por Carlos Saura en 1981, y el montaje de José Luis Gómez con Gloria Muñoz, Gemma Cuervo, Helio Pedregal y una jovencísima Blanca Portillo, en 1986, en el Albéniz.

   El libro 'Bodas de sangre', con textos de Federico García Lorca y fotografías de Castro Prieto, acaba de ser publicado por 'La Fábrica'.

martes, 12 de abril de 2011

TEATRO. GARCÍA LORCA: "Bodas de sangre" (fragmentos para actividades)


   Dos fragmentos para TEMA, ORGANIZACIÓN DE IDEAS, RESUMEN Y COMENTARIO CRÍTICO:

1.
Madre: (Entre dientes y buscándola) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.
Novio: Vamos a otro asunto.
Madre: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era.
Novio: Bueno.
Madre: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...
Novio: (Bajando la cabeza) Calle usted.
Madre: ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.
Novio: ¿Está bueno ya?
Madre: Cien años que yo viviera no hablaría de otra cosa. Primero, tu padre, que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego, tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del pelo.
Novio: (Fuerte) ¿Vamos a acabar?
Madre: No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre y a tu hermano? Y luego, el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos, llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...
Novio: ¿Es que quiere usted que los mate?
Madre: No... Si hablo, es porque... ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves navaja. Es que.... que no quisiera que salieras al campo.
Novio: (Riendo) ¡Vamos!
Madre: Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos cenefas y perritos de lana.
                                                          ACTO I. CUADRO I




2.

Suegra: Se van a juntar dos buenos capitales.
(Aparecen Leonardo y su mujer)
Muchacha: Vengo a deciros lo que están comprando.
Leonardo: (Fuerte) No nos importa.
Mujer: Déjala.
Suegra: Leonardo, no es para tanto.
Muchacha: Usted dispense. (Se va llorando.)
Suegra: ¿Qué necesidad tienes de ponerte a mal con las gentes?
Leonardo: No le he preguntado su opinión. (Se sienta)
Suegra: Está bien.
(Pausa)
Mujer: (A Leonardo) ¿Qué te pasa? ¿Qué idea te bulle por dentro de cabeza? No me dejes así, sin saber nada...
Leonardo: Quita.
Mujer: No. Quiero que me mires y me lo digas.
Leonardo: Déjame. (Se levanta.)
Mujer: ¿Adónde vas, hijo?
Leonardo: (Agrio) ¿Te puedes callar?
Suegra: (Enérgica, a su hija) ¡Cállate! (Sale Leonardo) ¡El niño! (Entra y vuelve a salir con él en brazos.) (La mujer ha permanecido de pie, inmóvil)
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
La sangre corría
más fuerte que el agua.
Mujer: (Volviéndose lentamente y como soñando)
Duérmete, clavel,
que el caballo se pone a beber.
Suegra:
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Mujer:
Nana, niño, nana.
Suegra:
Ay, caballo grande,
que no quiso el agua!
Mujer: (Dramática)
¡No vengas, no entres!
¡Vete a la montaña!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!
Suegra: (Llorando)
Mi niño se duerme...
Mujer: (Llorando y acercándose lentamente)
Mi niño descansa...
Suegra:
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Mujer: (Llorando y apoyándose sobre la mesa.)
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
                               Telón
                                     ACTO I. CUADRO II

3.
Madre: (Entrando) ¡Por fin!
Padre: ¿Somos los primeros?
Criada: No. Hace rato llegó Leonardo con su mujer. Corrieron como demonios. La mujer llegó muerta de miedo. Hicieron el camino como si hubieran venido a caballo.
Padre: Ese busca la desgracia. No tiene buena sangre.
Madre: ¿Qué sangre va a tener? La de toda su familia. Mana de su bisabuelo, que empezó matando, y sigue en toda la mala ralea, manejadores de cuchillos y gente de falsa sonrisa.
Padre: ¡Vamos a dejarlo!
Criada: ¿Cómo lo va a dejar?
Madre: Me duele hasta la punta de las venas. En la frente de todos ellos yo no veo más que la mano con que mataron a lo que era mío. ¿Tú me ves a mí? ¿No te parezco loca? Pues es loca de no haber gritado todo lo que mi pecho necesita. Tengo en mi pecho un grito siempre puesto de pie a quien tengo que castigar y meter entre los mantos. Pero me llevan a los muertos y hay que callar. Luego la gente critica. (Se quita el manto)
Padre: Hoy no es día de que te acuerdes de esas cosas.
Madre: Cuando sale la conversación, tengo que hablar. Y hoy más. Porque hoy me quedo sola en mi casa.

4.
Madre: Esa es mi ilusión: los nietos. (Se sientan.)
Padre: Yo quiero que tengan muchos. Esta tierra necesita brazos que no sean pagados. Hay que sostener una batalla con las malas hierbas, con los cardos, con los pedruscos que salen no se sabe dónde. Y estos brazos tienen que ser de los dueños, que castiguen y que dominen, que hagan brotar las simientes. Se necesitan muchos hijos.
Madre: ¡Y alguna hija! ¡Los varones son del viento! Tienen por fuerza que manejar armas. Las niñas no salen jamás a la calle.
Padre: (Alegre) Yo creo que tendrán de todo.
Madre: Mi hijo la cubrirá bien. Es de buena simiente. Su padre pudo haber tenido conmigo muchos hijos.
Padre: Lo que yo quisiera es que esto fuera cosa de un día. Que en seguida tuvieran dos o tres hombres.
Madre: Pero no es así. Se tarda mucho. Por eso es tan terrible ver la sangre de una derramada por el suelo. Una fuente que corre un minuto y a nosotros nos ha costado años. Cuando yo llegué a ver a mi hijo, estaba tumbado en mitad de la calle. Me mojé las manos de sangre y me las lamí con la lengua. Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso. En una custodia de cristal y topacios pondría yo la tierra empapada por ella.
Padre: Ahora tienes que esperar. Mi hija es ancha y tu hijo es fuerte.
Madre: Así espero. (Se levantan.)
                                                 ACTO II. CUADRO II

domingo, 20 de marzo de 2011

NOVELA. "Un viejo que leía novelas de amor", de Luis Sepúlveda. Fragmentos para comentar


   Varios fragmentos de la novela (Editorial Tusquets, Colección 'Andanzas', 43º edición: mayo 1999), para tema, organización de ideas, resumen y comentario crítico:

1.
   Cuando el viejo le pidió el favor de traerle lec­tura, indicando muy claramente sus preferencias, sufrimientos, amores desdichados y finales felices, el dentista sintió que se enfrentaba a un encargo difícil de cumplir.
   Pensaba en que haría el ridículo entrando a una librería de Guayaquil para pedir: "Deme una novela bien triste, con mucho sufrimiento a cau­sa del amor, y con final feliz". Lo tomarían por un viejo marica, y la solución la encontró de ma­nera inesperada en un burdel del malecón.
   Al dentista le gustaban las negras, primero por­que eran capaces de decir palabras que levantaban a un boxeador noqueado, y, segundo, porque no sudaban en la cama.
   Una tarde, mientras retozaba con Josefina, una esmeraldeña de piel tersa como cuero de tambor, vio un lote de libros ordenados encima de la có­moda.
   -¿Tú lees? -preguntó.
   -Sí. Pero despacito -contestó la mujer.
   -¿Y cuáles son los libros que más te gustan?
   -Las novelas de amor -respondió Josefina, agregando los mismos gustos de Antonio José Bolívar.
   A partir de aquella tarde Josefina alternó sus deberes de dama de compañía con los de crítico literario, y cada seis meses seleccionaba las dos no­velas que, a su juicio, deparaban mayores sufri­mientos, las mismas que más tarde Antonio José Bolívar Proaño leía en la soledad de su choza fren­te al río Nangaritza.
   El viejo recibió los libros, examinó las tapas y declaró que le gustaban.
                                              Cap. 2. Págs. 32-33

2.
   Durante su vida entre los shuar no precisó de las novelas de amor para conocerlo.
   No era uno de ellos y, por lo tanto, no podía tener esposas. Pero era como uno de ellos, de tal manera que el shuar anfitrión, durante la estación de las lluvias, le rogaba aceptar a una de sus muje­res para mayor orgullo de su casta y de su casa.
   La mujer ofrendada lo conducía hasta la orilla del río. Ahí, entonando anents, lo lavaba, adorna­ba y perfumaba, para regresar a la choza a retozar sobre una estera, con los pies en alto, suavemente entibiados por una fogata, sin dejar en ningún mo­mento de entonar anents, poemas nasales que des­cribían la belleza de sus cuerpos y la alegría del placer aumentado infinitamente por la magia de la descripción.
   Era el amor puro sin más fin que el amor mismo. Sin posesión y sin celos.
   -Nadie consigue atar un trueno, y nadie con­sigue apropiarse de los cielos del otro en el mo­mento del abandono.
   Así le explicó una vez el compadre Nushiño.
                                             Cap. 3. Págs. 51-52

3.
   Viendo pasar el río Nangaritza hubiera podi­do pensar que el tiempo esquivaba aquel rincón amazónico, pero las aves sabían que poderosas len­guas avanzaban desde occidente hurgando en el cuerpo de la selva.
   Enormes máquinas abrían caminos y los shuar aumentaron su movilidad. Ya no permanecían los tres años acostumbrados en un mismo lugar, para luego desplazarse y permitir la recuperación de la naturaleza. Entre estación y estación cargaban con sus chozas y los huesos de sus muertos alejándo­se de los extraños que aparecían ocupando las ri­beras del Nangaritza.
   Llegaban más colonos, ahora llamados con pro­mesas de desarrollo ganadero y maderero. Con ellos llegaba también el alcohol desprovisto de ri­tual y, por ende, la degeneración de los más débi­les. Y, sobre todo, aumentaba la peste de los bus­cadores de oro, individuos sin escrúpulos venidos desde todos los confines sin otro norte que una riqueza rápida.
   Los shuar se movían hacia el oriente buscan­do la intimidad de las selvas impenetrables.
                                             Cap. 3. Págs. 52-53

4.
   En esa misma ocasión el Sucre desembarcó a una pareja de funcionarios estatales, quienes al ins­talarse con una mesa bajo el portal de la alcaldía fueron tomados por recaudadores de algún nuevo impuesto.
   El alcalde se vio obligado a usar todo su esca­so poder de convicción para arrastrar a los es­curridizos lugareños hasta la mesa gubernamental. Ahí, los dos aburridos, emisarios del poder reco­gían los sufragios secretos de los habitantes de El Idilio, con motivo de unas elecciones presidencia­les que habrían de celebrarse un mes más tarde.
   Antonio José Bolívar llegó también hasta la mesa.
   -¿Sabes leer? -le preguntaron.
   -No me acuerdo.
   -A ver. ¿Qué dice aquí?
   Desconfiado, acercó el rostro hasta el papel que le tendían, y se asombró de ser capaz de des­cifrar los signos oscuros.
   -El se-ñor-señor-can-di-da-to-candidato.
   -¿Sabes?, tienes derecho a voto.
   -¿Derecho a qué?
   -A voto. Al sufragio universal y secreto. A ele­gir democráticamente entre los tres candidatos que aspiren a la primera magistratura. ¿Entiendes?
   -Ni una palabra. ¿Cuánto me cuesta ese de­recho?
   -Nada, hombre. Por algo es un derecho.
   -¿Y a quién tengo que votar?
   -A quién va a ser. A su excelencia, el candi­dato del pueblo.
   Antonio José Bolívar votó al elegido y, a cam­bio del ejercicio de su derecho, recibió una bote­lla de Frontera.
   Sabía leer.
   Fue el descubrimiento más importante de toda su vida. Sabía leer. Era poseedor del antídoto con­tra el ponzoñoso veneno de la vejez. Sabía leer.
                                             Cap. 4. Págs. 61-62

5.
   Una vez vendidos los micos y los loros, la maestra le enseñó su biblioteca.
   Se emocionó de ver tanto libro junto. La maes­tra poseía unos cincuenta volúmenes ordenados en un armario de tablas, y se entregó a la placentera tarea de revisarlos ayudado por la lupa recién ad­quirida.
   Fueron cinco meses durante los cuales formó y pulió sus preferencias de lector, al mismo tiem­po que se llenaba de dudas y respuestas.
   Al revisar los textos de geometría se pregun­taba si verdaderamente valía la pena saber leer, y de esos libros guardó una frase larga que soltaba en los momentos de mal humor: "La hipotenusa es el lado opuesto al ángulo recto en un triángulo rectángulo". Frase que más tarde causaba estu­por entre los habitantes de El Idilio, y la recibían como un trabalenguas absurdo o una abjuración incontestable.
   Los textos de historia le parecieron un corola­rio de mentiras. ¿Cómo era posible que esos seño­ritos pálidos, con guantes hasta los codos y apre­tados calzones de funámbulo, fueran capaces de ganar batallas? Bastaba verlos con los bucles bien cuidados, mecidos por el viento, para darse cuen­ta de que aquellos tipos no eran capaces de matar una mosca. De tal manera que los episodios his­tóricos fueron desechados de sus gustos de lector.
   Edmundo D'Amicis y Corazón lo mantuvieron ocupado casi la mitad de su estadía en El Dorado. Por ahí marcha el asunto. Ese era un libro que se pegaba a las manos y los ojos le hacían quites al cansancio para seguir leyendo, pero tanto va el cántaro al agua que una tarde se dijo que tanto sufrimiento no podía ser posible y tanta mala pata no entraba en un solo cuerpo. Había de ser muy cabrón para deleitarse haciendo sufrir de esa ma­nera a un pobre chico como El Pequeño Lombar­do, y, por fin, luego de revisar toda la biblioteca, encontró aquello que realmente deseaba.
   El Rosario, de Florence Barclay, contenía amor, amor por todas partes. Los personajes sufrían y mezclaban la dicha con los padecimientos de una manera tan bella, que la lupa se le empañaba de lágrimas.
   La maestra, no del todo conforme con sus pre­ferencias de lector, le permitió llevarse el libro, y con él regresó a El Idilio para leerlo una y cien veces frente a la ventana, tal como se disponía a hacerlo ahora con las novelas que le trajera el den­tista, libros que esperaban insinuantes y horizon­tales sobre la alta mesa, ajenos al vistazo desor­denado a un pasado sobre el que Antonio José Bolívar Proaño prefería no pensar, dejando los pozos de la memoria abiertos para llenarlos con las dichas y los tormentos de amores más prolon­gados que el tiempo.
                                           Cap. 4. Págs. 70-71

6.
   Hacía varios años desde la mañana en que al muelle de El Idilio arribó una embarcación nunca antes vista. Una lancha plana de motor que per­mitía viajar cómodamente a unas ocho personas, sentadas de dos en dos, no como en la entumecedora fila india de los viajes en canoa.
   En la novedosa embarcación llegaron cuatro norteamericanos provistos de cámaras fotográficas, víveres y artefactos de uso desconocido. Permane­cieron adulando y atosigando de whisky al alcal­de varios días, hasta que el gordo, muy ufano, se acercó con ellos hasta su choza, señalándolo como el mejor conocedor de la amazonia.
   El gordo apestaba a trago y no dejaba de nom­brarlo su amigo y colaborador, mientras los grin­gos los fotografiaban, y no sólo a ellos, a todo lo que se pusiera frente a sus cámaras.
   Sin pedir permiso entraron a la choza, y uno de ellos, luego de reír a destajo, insistió en com­prar el retrato que lo mostraba junto a Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento Estupiñán Otavalo. El gringo se atrevió a descolgar el retra­to y lo metió en su mochila, dejándole a cambio un puñado de billetes encima de la mesa.
   Le costó sobreponerse a la bronca y sacar el habla.
   -Dígale al hijo de puta que, como no deje el retrato en donde estaba, le meto los dos cartu­chos de la escopeta y le vuelo los huevos. Y conste que siempre la tengo cargada.
   Los intrusos entendían castellano, y no preci­saron que el gordo les detallara las intenciones del viejo. Amistoso, les pidió comprensión, arguyó que los recuerdos eran sagrados en esas tierras, que no lo tomaran a mal, que los ecuatorianos, y especial­mente él, apreciaban mucho a los norteamericanos, y que si se trataba de llevarse buenos recuerdos él mismo se encargaría de proporcionárselos.
   En cuanto tuvo el retrato colgado en el lugar de siempre, el viejo accionó los percutores de la escopeta y los conminó a marcharse.
   -Viejo pendejo. Me estás haciendo perder un gran negocio. Los dos estamos perdiendo un gran negocio. Ya te devolvió el retrato. ¿Qué más quie­res?
   -Que se marchen. No hago negocios con quie­nes no saben respetar la casa ajena.
                                            Cap. 6. Págs. 86-87

7.
   Vamos viendo, Antonio José Bolívar. ¿Qué te pasa?
   No es la primera vez que te enfrentas a una bestia enloquecida. ¿Qué es lo que te impacienta? ¿La espera? ¿Preferirías verla aparecer ahora mismo derribando la puerta y tener un desenlace rápido? No ocurrirá. Sabes que ningún animal es tan necio como para invadir una guarida extraña. ¿Y por qué estás tan seguro de que la hembra te buscará a ti, precisamente? ¿No piensas que la bestia, con toda la inteligencia que ha demostrado, puede decidir­se por el grupo de hombres? Puede seguirlos y eli­minarlos uno por uno antes de que lleguen a El Idilio. Sabes que puede hacerlo y debiste advertír­selo, decirles: "No se separen ni un metro. No duerman, pernocten despiertos y siempre a la ori­lla del río". Sabes que aun así para la bestia sería fácil emboscarlos, dar el salto, uno al suelo con el gaznate abierto, y antes de que los demás se repongan del pánico ella estará oculta, preparan­do el siguiente ataque. ¿Crees que la tigrilla te siente un ser igual? No seas vanidoso, Antonio José Bolívar. Recuerda que no eres un cazador, porque tú mismo has rechazado siempre ese cali­ficativo, y los felinos siguen al verdadero cazador, al olor a miedo y a verga parada que los cazadores auténticos emanan. Tú no eres un cazador. Mu­chas veces los habitantes de El Idilio hablan de ti llamándote el Cazador, y les respondes que eso no es cierto, porque los cazadores matan para ven­cer un miedo que los enloquece y los pudre por dentro. ¿Cuántas veces has visto aparecer grupos de individuos afiebrados, bien armados, internán­dose en la selva? A las pocas semanas reaparecen con fardos de pieles de osos hormigueros, nutrias, mieleros, boas, lagartos, pequeños gatos de monte, pero jamás con los restos de un verdadero con­trincante como la hembra que esperas. Tú los has visto emborracharse junto a los hatos de pieles para disimular el miedo que les inspira la certeza de saber que el enemigo digno los vio, los olió y los despreció en la inmensidad selvática.
                                             Cap. 8. Págs. 119-120

8.
   Frente a él, algo se movía en el aire, en el follaje, sobre la superficie del agua quieta, en el fondo mis­mo del río. Algo que parecía tener todas las formas, y nutrirse al mismo tiempo de todas ellas. Cambiaba incesantemente, sin permitir que los ojos alucinados se acostumbrasen a una. De pronto asumía el volumen de un papagayo, pasaba a ser un bagre guacamayo saltando con la boca abierta y se traga­ba la luna, y al caer al agua lo hacía con la brutali­dad de una quebrantahuesos desplomándose sobre un hombre. Ese algo carecía de forma precisa, defi­nible, y tomara lo que tomara siempre permane­cían en él los inalterables brillantes ojos amarillos.
   -Es tu propia muerte disfrazándose para sor­prenderte. Si lo hace, es porque todavía no te llega el momento de marcharte. Cázala -le ordenaba el brujo shuar, masajeando su aterrado cuerpo con puñados de ceniza fría.
   Y la forma de ojos amarillos se movía en todas direcciones. Se alejaba hasta ser tragada por la di­fusa y siempre cercana línea verde del horizonte, y al hacerlo los pájaros volvían a revolotear con sus mensajes de bienestar y plenitud. Pero pasado un tiempo reaparecía en una nube negra bajan­do rauda, y una lluvia de inalterables ojos amarillos caía sobre la selva prendiéndose de los ramajes y las lianas, encendiendo la jungla con una tonali­dad amarilla incandescente que lo arrastraba de nuevo al frenesí del miedo y de las fiebres. Él que­ría gritar, pero los roedores del pánico le destrozaban a dentelladas la lengua. Él quería correr, pero las delgadas serpientes voladoras le ataban las piernas. Él quería llegar a su choza y meterse en el retrato que lo mostraba junto a Dolores Encar­nación del Santísimo Sacramento Estupiñán Otavalo y abandonar esos parajes de ferocidad. Pero los ojos amarillos estaban en todas partes cortán­dole el camino, en todas partes al mismo tiempo, como ahora, que los sentía arriba de la canoa, y ésta se movía, oscilaba con el peso de aquel cuer­po caminando sobre su epidermis de madera.
   Contuvo la respiración para saber qué ocurría.
   No. No permanecía en el mundo de los sue­ños. La hembra estaba efectivamente arriba, paseán­dose, y como la madera era muy lisa, pulida por el agua incesante, el animal se valía de las garras para sujetarse caminando de proa a popa, entregándole el cercano sonido de su respiración ansiosa.
                                             Cap. 8. Págs. 132-133

9.
   Antonio José Bolívar Proaño se incorporó len­tamente. Se acercó al animal muerto y se estre­meció al ver que la doble carga la había destroza­do. El pecho era un cardenal gigantesco y por la espalda asomaban restos de tripas y pulmones des­hechos.
   Era más grande de lo que había pensado al verla por primera vez. Flaca y todo, era un ani­mal soberbio, hermoso, una obra maestra de ga­llardía imposible de reproducir ni con el pensa­miento.
   El viejo la acarició, ignorando el dolor del pie herido, y lloró avergonzado, sintiéndose indigno, envilecido, en ningún caso vencedor de esa batalla.
   Con los ojos nublados de lágrimas y lluvia, empujó el cuerpo del animal hasta la orilla del río, y las aguas se lo llevaron selva adentro, hasta los territorios jamás profanados por el hombre blanco, hasta el encuentro con el Amazonas, hacia los rá­pidos donde sería destrozado por puñales de pie­dra, a salvo para siempre de las indignas alimañas.
   En seguida arrojó con furia la escopeta y la vio hundirse sin gloria. Bestia de metal indeseada por todas las criaturas.
   Antonio José Bolívar Proaño se quitó la dentadura postiza, la guardó envuelta en el pañuelo y, sin dejar de maldecir al gringo inaugurador de la tragedia, al alcalde, a los buscadores de oro, a todos los que emputecían la virginidad de su ama­zonía, cortó de un machetazo una gruesa rama, y apoyado en ella se echó a andar en pos de El Idi­lio, de su choza, y de sus novelas que hablaban del amor con palabras tan hermosas que a veces le hacían olvidar la barbarie humana.
                                                                 Cap. 8. Págs. 136-137

jueves, 3 de marzo de 2011

NARRATIVA CONTEMPORÁNEA. "Los girasoles ciegos". Textos para comentar

1.
     ¿Me reconocerían mis padres si me vieran? No puedo verme pero me siento sucio y degradado porque, en realidad, ya soy también hijo de esa guerra que ellos pretendieron ignorar pero que inundó de miedo sus establos, sus vacas famélicas y sus sembrados. Recuerdo mi aldea silenciosa y pobre ajena a todo menos al miedo que cerró sus ojos cuando mataron a don Servando, mi maestro, quemaron todos sus libros y desterraron para siempre a todos los poetas que él conocía de memoria.
   He perdido. Pero pudiera haber vencido. ¿Habría otro en mi lugar? Voy a contarle a mi hijo, que me mira como si me comprendiera, que yo no hubiera dejado que mis enemigos huyeran desvalidos, que yo no hubiera condenado a nadie por ser sólo un poeta. Con un lápiz y un papel me lancé al campo de batalla y de mi cuerpo surgieron palabras a borbotones que consolaron a los heridos y del consuelo que yo dibujaba salieron generales bestiales que justificaron los heridos. Heridos, generales, generales, heridos. Y yo, en medio, con mi poesía. Cómplice. Y, además, los muertos.
                                           Los girasoles ciegos. “Segunda derrota”.

2.
   Fui ingenuo, Padre, porque creí que todas las cosas del mundo tenían ya su nombre, es decir, estaban ya clasificadas. Yo pensaba que en eso estribaba la armonía. Para mí era suficiente con llamar a las cosas por su nombre, buscar los sentimientos en el diccionario de las Sagradas Enseñanzas para saber si estábamos hablando de la Gracia o de la Perdición. Pero hay un campo de nadie, Padre, que no está donde está el pecado y su castigo, ni está tampoco donde la virtud y su recompensa: si tuviera que dibujar un mapa trazaría una ancha franja oscura a la que, con el derecho que se otorga a los descubridores, me atrevería a llamar Elena. Elena era y es la madre de Lorenzo. Voluntas bona, amor bonus; voluntas mala, amor malus. ¡Santo Tomás se hubiera sorprendido con la complejidad de mi mapa! Hay un lado turbio en todos los paisajes que nunca podremos reducir a la simple geografía. Padre, hay un punto oscuro en nuestro ser que no contemplaron nuestros Padres: entre lo beatífico y lo abyecto hay un campo inmenso que no resuelve el problema del Bien y del Mal, un ámbito ambiguo, ahora lo sé, que es precisamente el de los hijos de Adán. Padre, hay que ser hijo predilecto del Señor para no tener que elegir entre lo divino y su contrario. Yo sólo soy un hombre, Padre, hijo del error original y la maldición que conlleva.
                                            Los girasoles ciegos. “Cuarta derrota”.

3.
   Nosotros no íbamos casi nunca al cine, pero, arrastrados por la autoridad física del hijo del carbonero, nos apostábamos junto a las puertas de zinc que se utilizaban para ventilar el patio de butacas.
   Escuchábamos con reverencia aquellos diálogos sin sentido y la música que envolvía aquellas voces sin comprender absolutamente nada, pero él, el hijo del carbonero cuyo nombre no recuerdo, saltaba de repente riendo nerviosamente y haciendo gestos que hoy tacharía de procaces pero entonces me parecían simplemente desvaríos.
   A través de él me llegaron los primeros conceptos de algo que tuve que ocultar a mis padres. Los secretos me unían a la gente como las raíces unen los árboles a la tierra. Nunca supe exactamente en qué consistía mi secreto, pero mientras otros niños creían en la Virgen o en Franco, o en el Papa o en la Patria, yo creía en mis secretos. Tenía la sensación de que me estaba haciendo sabio. Comencé a comprender frases escritas en los urinarios del colegio y a detectar el porqué de ciertos gestos reflejados en las carteleras de los cines, aunque al mismo tiempo surgió la idea de mi padre haciendo todo aquello con mi madre a mis espaldas. Que él se dejara crecer la barba, que ella se la recortara los días que encendían el fogón -y sólo ésos-, que él encaneciera, que ella se consumiera en una tristeza pegajosa y sombría, me parecían síntomas de que algo funesto se fraguaba en mi refugio. En aquel ovillo de moralidades, el cuerpo estaba proscrito y las sensaciones que a través de él percibíamos eran buenas si eran fruto del dolor o, a nada de placer que produjeran, eran malas. La salud tenía que ver con el sacrificio mientras que la enfermedad sobrevenía siempre por la satisfacción de los instintos. Algo se nos ocultaba a los niños, que no sabíamos qué hacer con nuestro cuerpo.
                                            Los girasoles ciegos. “Cuarta derrota”.