domingo, 31 de enero de 2010

LITERATURA. "Narrativa española entre los años 40 y los años 70"

Imagen de la película "La colmena", basa en la novela de Camilo José Cela

1.- Introducción.
La Guerra Civil supuso un profundo corte en la evolución literaria española debido a una serie de razones:
a) La muerte de algunos de los grandes modelos de la novela española del siglo XX (Unamuno, Valle-Inclán).
b) El exilio obligado de otros autores que habían comenzado a destacar en la década de los treinta: Max Aub, Francisco ayala, Ramón J. Sénder, etc.
c) Las nuevas circunstancias políticas y la censura impiden que se siga con una tendencia de novela de corte social que se venía haciendo desde la década de los treinta.
d) Esas mismas circunstancias históricas (miseria, desigualdades, falta de libertades, etc.) hacen que pierda sentido otra de las tendencias novelísticas anteriores a la guerra, como es el caso de la novela deshumanizada y vanguardista.
Como consecuencia de las razones expuestas, la novela española en la década de los años 40 debe, prácticamente, comenzar de nuevo.
En lo referente a la periodización de la novela que se inicia después del año 1939, la crítica literaria ha señalado cuatro etapas sucesivas (Posguerra, Realismo Social, Renovación técnica y la novela escrita desde 1975).

2.- La novela de los años cuarenta dentro de España (tendencia existencial) y fuera de España (novelistas en el exilio).
A.La novela de los años cuarenta dentro de España (tendencia existencial).
En el ambiente de empobrecimiento cultural del país después de la Guerra Civil, lejos de las tendencias estéticas de preguerra y sin modelos narrativos inmediatos, los autores del momento buscaron un punto de arranque en la tradición española. En esa tradición del realismo se encuentra el tremendismo de Camilo José Cela en “La familia de Pascual Duarte” (1942); el lirismo, con aspectos también sórdidos, de “Nada” (1945), de Carmen Laforet; la fantasía, el humor y la poesía de “El bosque animado” (1943), de Wenceslao Fernández Flórez; la aventura desmitificadora de Torrente Ballester en “El golpe de estado de Guadalupe Limón” (1946), y la actitud ética de Miguel Delibes en “La sombra del ciprés es alargada” (1948).
La mayor fortuna de estos autores fue conseguir trasponer el inconformismo social que se respiraba en el ambiente al plano existencial. Su máximo afán se centró en la expresión de los problemas que afectaban al ser humano, con la intención de universalizar sus inquietudes.
A ello responden las digresiones, reflexiones y meditaciones de los personajes: “Yo tenía (en la vida) un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible librarme”, dice la protagonista de “Nada”.
Ese enfoque existencial se refleja, además, en los siguientes aspectos:
a) Presentación amarga de la realidad del momento. De ahí que los temas más frecuentes sean la soledad, la frustración, la muerte…, en un mundo sórdido, mísero y degradado.
b) A esa realidad desoladora responde la presencia de personajes angustiados, marginados y desarraigados: Pascual en “La familia de Pascual Duarte”, Andrea en “Nada”.
c) Ausencia de crítica social. Las novelas de ese periodo reflejan el malestar social del momento; se convierten, así, en testimonios de ambientes reales y de situaciones conflictivas, aunque la censura hizo imposible cualquier tipo de denuncia. Algunos autores encontraron ciertos procedimientos narrativos, como la parodia, la ironía (“El golpe de estado de Guadalupe limón”), el humor y la fantasía (“El bosque animado”) para crear un mundo ajeno a la deprimente realidad española de la época.
Esta orientación realista supuso la ruptura con el mundo convencional y triunfalista de la novela dominante, al servicio de la exaltación patriótica, y sirvió para denunciar la miseria material y moral de la inmediata posguerra española.
B.La novela de los años cuarenta fuera de España (novelistas en el exilio).
En la “España peregrina”, como la bautizó José Bergamín, siguen escribiendo los novelistas que ya habían iniciado su obra antes del enfrentamiento civil: Ramón J. Sénder, Francisco Ayala, Max Aub, Rosa Chacel… y los que se dan a conocer por primera vez: Manuel Andújar, José Ramón Arana… El conocimiento de sus obras entre los lectores españoles fue lento y tardío, y su incidencia literaria, condicionada por el aislamiento cultural del país, prácticamente nula. A ello se une la singular evolución de cada uno, en la que intervinieron el contacto con otro nuevo país, las circunstancias personales, las tendencias literarias…
En buena parte de la obra de los novelistas del exilio coexiste la recreación constante del pasado y la asunción dolorosa del presente, que se manifiesta en:
a) Recuerdos de infancia y adolescencia: “Crónica del alba”, de Ramón J. Sénder; “La forja de un rebelde”, de Arturo Barea.
b) La trágica experiencia de la guerra, sus antecedentes y consecuencias: “Réquiem por un campesino español”, de Sénder; el ciclo novelesco de “El laberinto mágico”, de Max Aub, entre otras obras.
c) El descubrimiento del mundo americano: “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre”, de Sénder; “Muertes de perro”, de Ayala.
De igual forma, se mezclan orientaciones estéticas muy diversas (el lirismo, la parodia, el compromiso político, el humor), así como formas tradicionales y vanguardistas. En todo caso, muchos de estos novelistas realizaron una labor más viva y actual que las generaciones “del interior”.


3.- La novela social de los años 50.
El resurgimiento iniciado en la novela española en los años cuarenta se consolida con la novela social durante la década de los cincuenta. En ella conviven dos generaciones sucesivas de narradores.
A. Los tres novelistas más significativos de la generación anterior.
Camilo José Cela, que publica en Buenos Aires en 1951 “La colmena” (considerada por la mayoría de los críticos como la precursora de la nueva tendencia); Miguel Delibes con “El camino” (1950) y “Mi idolatrado hijo Sisí” (1953);  y Gonzalo Torrente Ballester, con su trilogía “Los gozos y las sombras” (1957 – 1962). Otro autor destacado será Luis Romero con “La noria”, ejemplo – igual que “La colmena” – de novela colectiva, aunque ambientada en Barcelona.
B. Una nueva generación de novelistas que hacen su aparición en torno a 1954.
Ignacio Aldecoa (“El fulgor y la sangre”), Jesús Fernández Santos (“Los bravos”), Rafael Sánchez Ferlosio (“El Jarama”), Carmen Martín Gaite (“Entre visillos”)… La nota más característica de este nuevo grupo es el compromiso ético y social del escritor, la idea de que la literatura, siguiendo la máxima de Sartre, debe servir para transformar el mundo: “El escritor tiene una situación en su época, cada palabra suya repercute y cada silencio también”.
Los rasgos distintivos de la conocida como “generación del medio siglo” son:
a) La sociedad española se convierte en el tema central de su narrativa: la dura vida de los campesinos y de los proletarios, la miseria y degradación en los suburbios urbanos, la banal vida burguesa…; todo ello con ánimo de denuncia, haciendo hincapié en las injusticias y solidarizándose con los más oprimidos.
b) En muchas de las novelas sociales, el testimonio adquiere prioridad sobre las técnicas formales y el estilo, de ahí que predominen las obras sencillas y concisas, lo que no obsta para encontrar en ellas un propósito inicial de renovación. Es habitual la narración lineal (aunque con excepciones, como “La colmena”), la concentración de la acción en un tiempo y un espacio reducidos, la abundancia de descripciones, el personaje representativo de un grupo o clase social, la rigurosa documentación de los hechos, la importancia de los diálogos y del habla popular…Quizá el aspecto estético más relevante sea el objetivismo narrativo con el que el autor pretende quedarse al margen de los hechos narrados, y cuyo ejemplo más significativo es El Jarama de Sánchez Ferlosio. En esta novela, el narrador se limita a contar un día de ocio, junto a la orilla del río Jarama, de unos jóvenes trabajadores madrileños, con una preocupación por reproducir fielmente el habla coloquial.
Las novelas de esta época suelen ser calificadas de faltas de imaginación, pobres estilísticamente y con una gran carga ideológica. Sin embargo, casi todos los escritores de esta generación contribuyeron decisivamente al nuevo cambio de rumbo de la narrativa española y unos y otros, por derroteros distintos, enriquecieron, en años posteriores, su escritura.


4.- La novela española desde 1960 hasta la mitad de los 70.
En los años sesenta, España experimenta un notable desarrollo económico y comienza a emerger lentamente de un aislamiento internacional; a la vez, el auge del turismo favorece el intercambio con el extranjero y la renovación paulatina de las costumbres y de la mentalidad de la sociedad española.
El agotamiento de la fórmula realista caracteriza la renovación de la novela española en esos años. Ello va unido además a otros factores:
a) El descubrimiento de la novela hispanoamericana, con tres hitos fundamentales: La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa (1962); Rayuela, de Julio Cortázar (1963); y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez (1967), dando origen a lo que se conoce como el “boom” de la narrativa hispanoamericana.
b) La influencia de los grandes innovadores de la novela actual: del francés Marcel Proust, del checo Kafka , del estadounidense William Faulkner y, sobre todo, del irlandés James Joyce y su novela Ulises (1922), considerada la novela más revolucionaria del siglo xx.
c) La aparición de dos obras influidas directamente por el Ulises de Joyce: Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos, y Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo. Tras ellos, a comienzos de los años setenta, el experimentalismo se pondría de moda en la narrativa, declinando progresivamente a comienzos de la década de los ochenta.
La renovación de la novela de ese periodo se centró en la experimentación de nuevas fórmulas narrativas. Veamos algunas de ellas:
a) Ruptura de la linealidad argumental del relato. La acción es escasa y, en ocasiones, la historia se aleja totalmente de la trama. Se incorporan digresiones, secuencias en verso, textos periodísticos, informes…
b) Discurso descompuesto. El párrafo deja de ser la unidad textual; aparecen secuencias de una sola frase y espacios en blanco; se usan libremente los signos de puntuación; se rompe la sintaxis lógica…
c) Tiempo y espacio fragmentados mediante retrospecciones (flash-back), anticipaciones, simultaneidad o no progresión de elementos argumentales.
d) Polifonía narrativa. Monólogo interior, flujo de conciencia, “tú” narrativo, mezcla de estilos directo e indirecto, perspectivismo.
e) La nueva escritura se dirige a unos lectores cómplices, participativos.
La nómina de novelistas que se adhirió a la nueva corriente de renovación es muy larga. Nos limitaremos a citar tan sólo algunos autores y obras: Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), Juan Benet (Volverás a Región), Luis Goytisolo (con su ciclo narrativo de Antagonía)… Incluso escritores como Cela, Delibes y Torrente Ballester, cuya trayectoria narrativa es esencialmente realista, jugaron también a experimentar en obras como Oficio de tinieblas 5, San Camilo 1936 y Cristo Versus Arizona, de Cela; Parábola de un náufrago, de Delibes, y La saga/fuga de J.B. y Off-side, de Torrente Ballester.

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